Tengo la teoría de que es contraproducente empezar a trabajar de manera especializada desde edades tempranas con talentos deportivos. He escrito sobre las ventajas de hacer lo contrario, sobre el valor añadido que aporta practicar otros deportes para cualquiera que más adelante decida dedicarse a un deporte concreto pero creo que no he hablado lo suficiente es sobre el gran perjuicio de hacerlo.
Imaginemos que, a través de dedicarnos a un niño con aparente talento para un deporte, nos da los frutos deseados. Que el chaval sube de nivel y se convierte en una sólida promesa y que está en todas las quinielas para conseguir vivir de su deporte. Le hemos llevado en volandas, sólo se ha tenido que preocupar de hacer lo que le decíamos los padres y los entrenadores. Tiene el físico, tiene la técnica y tiene la capacidad… lo tiene todo… ¿o no?. Pues no.
El problema realmente es que una vez que has llegado a este punto, casi el 100% de los deportistas están de acuerdo en que la diferencia es “quererlo lo suficiente”. Y ese “quererlo lo suficiente” es el que te permite entrenar más duro, investigar, mantener la curiosidad que te hace seguir aprendiendo, evolucionar, hacer las cosas necesarias que no te gustan pero que sabes que necesitas, realizar la práctica deliberada, repetir y repetir y repetir, entrar en la monotonía de la perfección, salir continuamente de la zona de confort para seguir mejorando… en resumen, es estar preparado para estar incómodo continuamente y asumir la presión de mejora continua. Y esto es imprescindible para dar el salto de nivel.
La única manera de asumir esa continua “incomodidad” como una rutina es que esté apasionado con lo que haces y que esa vida esté dentro de tu propósito y no dentro del propósito de otra persona (padre o entrenador). Si no es el caso, la experiencia nos dice que muchos deportistas se mantienen ahí porque no saben hacer otra cosa. No tienen otra opción. Porque cuando la tienen, la toman sin pensarlo.
La probabilidad de que el propósito de dos personas sea el mismo es bajísima. Y pretender que se dé la coincidencia entre el propósito de un padre (o de un entrenador) y el de un niño, es autoengañarse. Además, un niño normalmente no tiene la madurez necesaria para entender conceptos como “pasión” o “propósito”. Sin embargo, un niño puede no saber lo que quiere, pero lo que sí sabe es lo que NO quiere. Y cuando llega el día en el que se da cuenta de que no quiere hacer el esfuerzo necesario para dedicarse lo que requiere un deportista profesional, probablemente ya se han tomado decisiones en las que no hay vuelta atrás tanto en la carrera deportiva, como en la académica o en la empresarial.
La especialización del deportista joven tiene el gran peligro del “burn out” y una vez llegado a ese punto, salir es muy complicado porque es muy difícil volver a hacer con pasión, algo de lo que te has despegado porque no te llenaba lo suficiente o no te llevaba donde querías ir.
Si a esto le añadimos los datos de un estudio de la Universidad de Loyola que dicen que una media del 81% de los niños que se especializan en un deporte tienen más lesiones que los niños que hacen múltiples deportes. O que un 50% de las lesiones de niños que se dedican a un deporte son por sobresaturación. O que, como dice otro estudio de la Ohio State University, aquellos niños que sólo han practicado un deporte tienen un alto índice de inactividad física en su vida adulta. Asocian al deporte a malas sensaciones y experiencias Y prefieren no practicarlo porque no les divierte nada. Aunque sea bueno para su salud.
Si tengo que dar un consejo al respecto, utilizaría una regla que leí a John O´Sullivan que decía que:
– Antes de los 12 años, el 80% del tiempo debería dedicarse a jugar múltiples deportes.
– Entre los 13 y los 16 años, 50% al deporte que le guste y para el que tenga habilidad y talento, y 50% a otros deportes.
– Y a partir de los 16 años, la especialización es importante pero no es lo único, debería ser 80% al deporte concreto y mantener un 20% a practicar otros deportes.
Si os interesa este tema, os recomiendo que veáis el documental del aHBO “Trophy Kids”. Aquí os dejo el trailer (lo siento, no lo encuentro en español).
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