Alguna vez ya he comentado que llegar a un alto nivel en cualquier actividad es cuestión de un poco de talento, unas habilidades mínimas y, sobre todo, mucho entrenamiento. Malcom Gladwell (“Outliers”) habla de la Regla de las 10.000 horas como una referencia para dominar cualquier materia o cualquier deporte. Esas 10.000 horas corresponden a una media de 10 años de práctica. Por tanto, si se empieza con 6 años, a los 16 se puede ser un crack del golf, del piano, de los animales, del emprendimiento o del ajedrez, por poner un ejemplo.
Gladwell tiene bastantes detractores con argumentos bastante válidos pero la Regla de las 10.000 horas se ha extendido. Y, aunque es discutible, a efectos de este argumento, vamos a darla por válida. Que cualquiera, dedicándole el tiempo, teniendo el talento y entrenando de la manera correcta es líder mundial de algo (digamos que un deporte). ¿Implicaría que esta capacidad y ese dominio se llevaría al rendimiento en competición?. La respuesta es: ¡rotundamente no!.
La gran diferencia en el rendimiento en competición no está en la capacidad, el entrenamiento, los recursos o el método. A ese nivel llegan casi todos los mejores. La diferencia entre estar entre los mejores y dar el salto de calidad en el rendimiento está en la gestión interior de la energía. Si tu cerebro sabe la orden que tiene que dar a tu cuerpo para ejecutar un movimiento, y tu cuerpo tiene la capacidad de hacerlo…. la diferencia está en lo que hay entre el cerebro y el cuerpo. Y es que hay recursos que tienes que tu cerebro no sabe cómo utilizar porque no nos han enseñado a hacerlo.
Algunos lo llaman gestión mental. Y tienen parte de razón porque, efectivamente la mente es clave en este proceso. A veces, la mente interfiere entre el cerebro y el cuerpo. Existen pensamientos que se nos cruzan que, en los momentos clave de la competición, no nos permiten sacar lo mejor de nosotros mismos. Esto se puede gestionar y se puede entrenar. Y, hoy en día, aquellos que tienen capacidad de gestión mental tienen una gran ventaja sobre el resto. Pero esto va más allá de la mente.
Esto va a la profundidad de la persona. Esto va de cómo integramos nuestra actividad en nosotros mismos. Por eso, aquellos que se dedican a aquello que adoran abren una puerta que no está disponible para otros que simplemente se dedican porque son buenos, porque tienen el talento, porque les pagan bien o porque les toca.
Se puede ser bueno en cualquier actividad con esfuerzo, con dedicación y con los recursos adecuados. Pero ser la leche, ser el mejor, ser capaz de sacar lo mejor de uno (que es mucho más de lo que pensamos) sólo puede ocurrir cuando nos comprometemos con nuestra actividad. Y cuando hablamos de compromiso, como decía Pat Riley, no hay punto medio. O se está dentro o no se está. Por tanto, implica llevar nuestra actividad hasta las últimas consecuencias. Entonces, dedicarle tiempo y recursos se da por sentado. Pero esa dedicación será de una profundidad que te permitirá llegar hasta más allá del ámbito de la conciencia y más allá de la subconsciencia para llegar a la fuente de energía que sólo alcanzan los que logran metas increíbles.
Conseguir esto requiere entrenamiento de otro tipo. Requiere estar alineado con los valores personales. Requiere ser consecuente. Requiere aceptarse y requiere una dedicación espectacular. Hay pocos que lo entienden así. Por eso hay pocos que están en lo más arriba para quedarse.
Lo que me dijo Glenn Albaugh una vez es que, para rendir al máximo en un deporte, “tiene que importarte lo suficiente como para no importarte”. Realmente, lo que quiero decir es que tiene que tiene que ser tan parte de ti, tan divertido para ti, tan integrado en tu vida, en tus sueños, en tu realidad y en tus hábitos, que no signifique un esfuerzo. Que hacerlo todos los días sea una bendición. Que hacer las cosas más incómodas de la actividad sea un precio muy pequeño a pagar por los beneficios que reporta a tu cuerpo, tu mente y tu espíritu. Entonces es cuando te sentirás un privilegiado de verdad y el resultado será la consecuencia natural de un proceso en el que habrás sacado lo máximo de ti. En ese momento, se destapa la energía. En ese momento, lo normal es que sea un éxito y el rendimiento haya dado su salto de calidad. Pero de una manera natural. Sin forzar. Como debe ser.
El poder interior y la habilidad de combinarlo con nuestras metas, es más fuerte que cualquier ejercicio que pasemos horas, dias, años de dedicación. Tim Gallway en “El Juego Interior del Tenis” confirma y presta ejercicios para desarrollar esta habilidad
mental. Muy buen
post!
No conocía el libro Pamela. Sí a Albaugh que se cita en el post. Con lo que disfruté con lo que se habla sobre habilidad mental en la biografía de Nadal de John Carlin me quedé con la idea de que tiene que haber mucho sobre “dureza mental” y tenis. Intentaré echarle un vistazo.
Excelente libro, Pamela. Fue de los primeros en entender que el salto de calidad en el tenis profesional estaba encima de los hombros. Tenis y golf son la referencia en estos ámbitos.
Vicente, la frase que me marcó de la biografía de Nadal fue: “Abraza el sufrimiento”. Creo que ese libro debería estar en la mesilla de cualquiera que quiera rendir al máximo en cualquier disciplina (deportiva o no)