David Epstein es un periodista de investigación que centra su trabajo en el impacto de la ciencia en el deporte. Escribe en Sports Illustrated y fue uno de los que destapó el caso del dopaje de Alex Rodríguez en 2003. En 2013 escribió un libro llamado “The Sports Gene” donde, entre otras cosas, pone en cuarentena la Regla de las 10.000 horas de Malcom Gladwell. Se han empeñado en enfrentar a estos dos fenómenos y la verdad es que, en mi opinión, sus planteamientos son complementarios.
Como os comentaba en “Reimaginando”, Epstein considera que el avance en rendimiento que hemos experimentado en el ámbito deportivo no se debe tanto a una mejora física de los atletas sino en la mejora de tres factores que se resumen en: tecnología, democratización (especialización) del deporte e imaginación (estado mental).
Últimamente me veo envuelto en conversaciones relacionadas con la ironía de que, en España, estamos teniendo los mejores resultados deportivos de nuestra historia cuando las inversiones se han reducido y la crisis ha mostrado su cara más agresiva. Y este argumento continúa en la línea de la justificación de las menores inversiones, la necesidad de ser más eficientes en la gestión de los recursos y la excusa para reubicar recursos fuera del deporte. Justificar la reducción del apoyo al deporte con estos argumentos me parece una actitud pobre de solemnidad y de una falta de visión y de entendimiento de dimensiones cósmicas.
Efectivamente, como dice Epstein, los resultados no vienen porque tengamos mejores atletas. Los que tenemos y los que teníamos antes de esta avalancha de éxitos, ya eran lo suficientemente buenos. Los resultados vienen porque generamos el entorno más favorable. Y eso es indiscutible. Ya nos pasó cuando nos adjudicaron los Juegos Olímpicos en Barcelona 92. La inversión realizada entonces ha provocado que el 90% de las medallas olímpicas que ha conseguido España se dieran desde esos JJOO. Pero, entonces… ¿cómo se explican los éxitos actuales?.
Pues creo que hay que poner las cosas en perspectiva. En mi opinión, los éxitos deportivos se pueden dividir en dos tipos: aquellos en deportes que se autofinancian y aquellos en los que no. Ambos tipos se beneficiaron de una mejora sustancial en el entorno desde que el deporte se convirtió en prioritario en 1.987. Aquí se gestaron muchos de nuestras actuales referencias deportivas. Respecto a los primeros, una vez han llegado arriba, los deportistas como Nadal, Gasol, Casillas, Alonso, Sergio García, etc… ya no dependen del entorno para alcanzar su máximo nivel de rendimiento y siguen alcanzando su máxima capacidad y resultados increíbles. Puede ser que no le saquen todo el rendimiento económico que sacaban antes de la crisis, pero prácticamente no les afecta y no es la diferencia entre competir de una manera o de otra. Sin embargo, en aquellos deportes donde no se garantiza una estabilidad en la inversión y en un deportista que lo necesita para vivir y mantenerse al máximo nivel (taekwondo, esgrima, waterpolo, sincronizada, balonmano, etc… y con más impacto en los deportes femeninos), los éxitos que estamos cosechando hoy son los resultados del trabajo de ayer. Y la falta de trabajo en la base hoy nos garantiza la falta de resultados mañana. Estamos comprando nuestras papeletas para una etapa difícil desde el punto de vista de resultados deportivos. Epstein ya nos deja claro que el entorno es la clave. Tenemos capacidad de impactar en el entorno. Y lo que no podemos permitirnos es justificar una menor inversión en futuro por una realidad deportiva de presente que se alimenta de al inversión que se hizo en su momento.
Dicho esto, también creo que la inversión en el entorno que se ha hecho estaba sobredimensionada y, en muchos casos mal enfocada (demasiada estructura, demasiado corto plazo versus largo plazo, falta de indicadores, y demasiado proteccionismo respecto al concepto beca y subvención). Como casi siempre, es cuestión de un equilibrio. Quizás el primer paso es entender en qué hay que invertir, después cómo hay que invertir y por último quién va a gestionar esa inversión. Y creo que ese equilibrio viene dado irremediablemente por la conexión entre el deporte y la educación que es donde el deporte realmente tiene un valor para la sociedad más allá del puro espectáculo. No se necesita presupuesto, sino nuevas maneras de hacer las cosas. Si alcanzamos ese equilibrio, quizás podamos ajustarnos a la realidad económica actual sin tener que sacrificar un futuro que hoy tiene cada vez más nubes grises.
Os dejo la interesante charla de David Epstein (siento que sólo esté disponible en inglés)
Deja un comentario