La palabra mentor proviene de la historia de Ulises que, al abandonar Ítaca para sumergirse en su aventura de la Odisea, dejó a su hijo Telémaco en las manos de su tío Méntor para que le iluminara en su camino y le formara en todos los aspectos necesarios para ser rey. Se entendía que la formación trascendía del ámbito académico y técnico. Era una formación integral que también consideraba los valores, que abarcaba la sabiduría además del conocimiento, habilidades personales y competencias específicas que se esperan de un líder.
Ayer, comentaba la diferencia entre la Pseudoenseñanza (PE) y la Enseñanza de Verdad (EdV) y lo importante que es identificarla para ser eficiente en el desarrollo del talento. Hablábamos de lo importante que es tener un Maestro de Verdad, un Jefe de Verdad, un Entrenador de Verdad o un Mentor de Verdad. Y todo esto está bien.
Pero, si tengo que poner un especial énfasis en este tema diría que lo más importante es tener una actitud de búsqueda activa de este elemento de apoyo. Será diferente en función del momento vital en el que nos encontremos. No sólo subestimamos el efecto de tener buenas Referencias de Verdad (nos vale cualquier cosa) sino el propio hecho de buscarlos. Cuando lo entendemos y actuamos en consecuencia, de repente nuestro cerebro se abre a alternativas que antes no consideraba. Nuestro cuerpo alcanza cotas que antes ni imaginaba y nuestra mente entiende que muchas cosas posibles hoy fueron consideradas imposibles por otros en su día.
Hablar de este tema a veces suena a autoayuda, a flipada y a «ñoño». Esto es porque hemos conseguido que lo que se refiere a educación y a desarrollo personal sea un coñazo de leer y de escuchar. Sin embargo, es una gozada de experimentar. Así que, podemos hacer mucho más que decir. Busquemos un mentor que nos ayude a sacar de nosotros mismos y dejémonos de cuentos.
Spartana_ prez dice
El viaje aporta la felicidad no el destino.Te admiro, gracias por compartir todo conocimiento con los demás.
Ángel Sanz dice
gracias a ti por leer y apoyar!!